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Capitulo 5: La prueba de los dignos.

Nota de Ciaran: Gracias a todos aquellos que leen la obra, la comparten o le siguen mostrando cariño. Me disculpo por no entregar el capitulo completo, he debido lidiar con diferentes responsabilidades (académicas - laborales) que me han impedido el avance de la obra, en cuanto pueda, entregare la parte faltante, pero hasta entonces, os entrego un poco de lo que se lleva. Dicho esto, no entretengo mas.


"Tres son las cosas que todo hombre de Aett debe venerar: 

A los dioses, pues sus manos tejen el destino, y solo ellos pueden guiarnos por los caminos de la gloria eterna. 

A la sangre, porque en ella late el honor de nuestros ancestros: por ellos vivimos, por ellos luchamos, y en su nombre caeremos. 

A la voluntad, el fuego que forja el espíritu, sin ella, ni los dioses ni la sangre bastarán para cruzar la senda del digno."* 

— De las enseñanzas de Ulfar, Pulmón de Plata, Maestro de Iniciación en los Acantilados de Aett. 


Volvía a ser de noche en la cabaña, cuando despertó luego de tres días en cama.  En los cuales las pesadillas no la dejaron en ningún momento. Constantemente se veía en vuelta entre sombras que la tomaban, antes de tomar partes de ella para luego volverla a dejar ir, de esta forma la caza se promulgaba hasta el hartazgo. Solo en brevos momentos alcanzo a volver a la realidad, en los que podía escuchar voces que hablaban de su condición, acusaciones y una mezcla de insultos que se perdían cuando regresaba a las sombras, pero ahora, con un aroma de sangre y hierro que llegaba a entrelazarse con tierra húmeda. 


Este último aroma fue el que le despertó, habría considerado que todo seguiría en su lugar, aun cuando la habitación estuviera a oscuras, sabia guiarse por su propio hogar, pero, ante el primer golpe con una mesa, comprendió que algo había cambiado. Con la garganta seca, el sudor recorriendo su cuerpo, con una sensación de mareo reciente, tuvo que caminar con las manos extendidas por todo el lugar hasta encontrar la puerta de la habitación, al abrirla, sintió la temperatura cálida en el interior de la cabaña, al esforzar la vista, aún se veían restos del humo que salía de la pequeña hoguera del interior de la cabaña, que funcionaba para dar abrigo en invierno.  


Intento buscar si en las sombras había alguien, pero lo único que le rodeaban, eran las siluetas de los muebles, se mordió el labio antes de intentar pronunciar los nombres de sus hijos, pero al hacerlo, un dolor punzante del cuello hizo que soltara un leve gemido, haciendo que, al llevarse la mano al mismo, sintiera como un vendaje lo envolvía en su totalidad, y al pasar un dedo, algo carrasposo, que, al rascar con una uña, un olor a sangre seca emergió de esta. 


No comprendió de inmediato lo que sucedió, hasta oír un grito proveniente del exterior. Su cuerpo se tensó al recordarlo. Y en un acto instintivo se apresuró hasta la salida, llegando a chocar con la mesa del salón. Al caer al suelo, el recuerdo vivido del bosque la abrumo, desde el cómo sintió unas manos callosas que la tomaban del cuello y una daga de tonos oscuros que se alojaba en su cuello. El olor a hierbas y el sonido de un acento extranjero que le hizo sentirse asustada. 


Aun con dolor, se arrastró por el suelo hasta poder ponerse de pie, en el bosque, solo que llevaba una mano al cuello, para evitar la pérdida de sangre, observando mientras el trampero gritaba su nombre con horror intentando atacar a un hombre de cabellos claros y ojos de un fuerte verde que le hicieron repetir su nombre de nuevo.  Antes de que todo se volviera oscuro, pero aun dando pasos entre las sombras, llego hasta la puerta, que, al abrirla en un golpe, hizo que el exterior le irritará los ojos, teniendo que taparse los ojos con una mano hasta adaptarlos a la luz. 


En cuanto la luz se volvió aceptable, busco con la mirada el origen de los gritos. Pero desde lo alto de la colina, un cielo abierto iluminaba su alrededor, al lado derecho de la cabaña se encontraba la ropa extendida aun goteando y al izquierdo, cerca de la entrada un hacha anclada al tocón con madera con varios trozos de leña en el suelo. Dudo un momento, pero al volver a ir el grito, tomo el hacha y se preparó para enfrentarse al origen de este. 


Pero lo que observo, jamás se compararía con cualquiera de las pesadillas vividas, del terror fundado y la inseguridad naciente. Una mezcla de asombro la abrumo haciendo que soltara el hacha a la tierra. Quien primero se dio cuenta de su presencia, fue su chiquilla, que, al verla, dejo caer un muñeco hecho de cuerdas, antes de alzar las manos para gritar. — ¡Mama! ¡Estas despierta! — la niña corrió a brazos de Sigrid quien la abrazo con fuerza, aun incapaz de aceptar lo que veía, momentos después el hombre de cabellos rojizos, piel de ónix y alto como un roble dejo de sostener a Svein quien había estado lanzado sobre su cabeza, elevando cada vez más al niño, quien no dejaba de reírse hasta tocar el suelo, sin medir palabra, corrió a compaña a su hermana en un abrazo, todo ante la mirada del extranjero que la sonrisa que hacia un instante compartía con los niños se había transformado en la más distante mirada al observar a la mujer.  


Sigrid no dejaba de sostener a sus hijos, casi a punto de llorar al tenerlos en brazos, pero ante la imagen de aquel hombre, el causante de la herida en su cuello no pudo evitar cerrar su corazón ante esos sentimientos, aun abrazaba a sus hijos, mientras le sostenía la mirada con la mayor amenaza que podía llegar a presentar en su estado actual, acto que duro poco, antes de que su débil cuerpo la traicionara. Haciendo que cayera de espaldas, llevándose en brazos a sus hijos, que al inicio rieron, antes de mover a su madre en preguntas, que pronto se transformaron en sollozos según repetían su nombre. — ¿Mamá? ¿Por qué no despiertas? ¿Mamá? decían los niños, a vista del extranjero, quien mantuvo la distancia. 


Las voces de sus hijos se fueron diluyendo a medida que las sombras la envolvían. La fatiga se había apoderado de su cuerpo, incluso el más leve movimiento, era suficiente para producirle un dolor que la llevaba a maldecir en el lenguaje de las islas, llevándola a desvariar en medio del sudor. Solo llego a calmarse, cuando una sensación fría apareció en su frente, ayudándola a descansar, sintió el cuidado a medida que una voz le susurraba en son de su bienestar, seguido de rezos al gran padre y sus siete sirvientes. Desconoció cuanto durmió, pero al despertar, era de noche ya, sintiendo como algo le tomaba la mano.  


Al abrir levemente los ojos, pudo notar la figura de un hombre sentado a su lado. Faltante de un brazo, de cabellos largos y barba descuidada. Aun ante su apariencia bárbara, se encontraba sosteniendo su mano contra su frente. No le tomo mucho percatarse de que estaba despierta, ni siquiera oculto la sorpresa junto con la alegría de su rostro.  — Sigues viva.  Sigues viva. El gran padre que me perdone por las ofensas que he hecho, estaba dispuesto a sacrificar una cabra, de ser necesario para que regresaras conmigo. —  


— Klaus. — Pronuncio el nombre de trampero, de manera lenta, aun le costaba ver con claridad, la fiebre poco había bajado, pero el verlo, le hacía sentirse abrigada.  

— No te muevas, sigues débil por la fiebre.  

Hablaba apresuradamente, mientras volvía a empapar el trapo antes de pasarlo por la frente. Ella lo seguía con la vista, cada movimiento, acto y forma. Pudo sentir como mejoraba, una sensación de alivio momentáneo, hasta que fue corrompido en cuanto lo vio. Salomón seguía en la estancia, en ese momento, sentado al otro extremo de la habitación, siguiendo los movimientos del hombre con la mirada.  

Se encontraba con las manos entrecruzadas sobre su estómago, en una posición de descanso, manteniendo un silencio que lo asemejaba más a un ente que a un hombre. Klaus siguió con la mirada lo que observaba Sigrid, apretó la línea de sus labios al hacerlo. 

— ¿Dónde están mis...? 

— Durmiendo. —Intervino el trampero, evitando mayores preocupaciones en la mujer, quien no dejaba de buscarlos con la mirada. —  Se asustaron cuando te desmayaste esta tarde.  

La mujer parpadeo lentamente, sentía los parpados pensados y su respiración no ayudaba. 

— ¿Veneno? — La voz de ella era suave, pero ante el silencio del hogar, podía alcanzar a escucharse, lo cual ocasiono que la respuesta, fuera suficiente para hacer que todos voltearan a la entrada. 

— Jamás usaríamos algo tan deshonorable.  


Fueron las palabras de Ragnar las que resonaron en la estancia, seguido de un silencio que era brevemente opacado por el crujir de la madera ante el peso del isleño. Quien se erguía con cierto orgullo, empapado en la lluvia reciente, acto que se veía en su capa goteante. Con los pasos que dio, el barro en sus botas manchaba el lugar, seguido de su apariencia descuidada, producto de un fuerte esfuerzo, pero en su rostro, sin ningún atisbo de cansancio. 


Aunque su apariencia era inquietante, lo que más llamó la atención de los presentes, era la bolsa que llevaba en las manos. Específicamente sobre el hombro, la cual descargo con un fuerte golpe sobre la mesa. De la bolsa de cuero hinchado, cuyo contenido desprendía un aroma metálico, terroso y a sangre, hizo que una sensación de malestar se extendiera. A medida que la abría, repitió sus palabras. — Ningún hombre que llegue a acompañarme, jamás usaría algo así, mucho menos si quiere continuar con vida. — Sus ojos verdosos se fijaron en Salomón, quien no reacciono, mantuvo la postura de descanso, manteniendo la mirada puesta sobre el isleño.  


Al momento de terminar con los amarres, extendió la bolsa por la mesa, revelando el contenido que traía consigo. El cual eran diversos trozos de carne fresca, algunos brillantes por la sangre reciente, los cuales, ante la mirada del trampero, le costó reconocer de inmediato, por la forma de los cortes desiguales, comprendiendo que fueron arrancados con prisa y sin un sentido claro. Atribuyendo que podrían originarse en un venado o un jabalí, aunque los trozos se mezclaban con piezas más pequeñas, que, por la forma, pertenecían a aves, que, a diferencia de su contraparte de casa mayor, se desollaron cuidadosamente.   

Klaus dudo al evaluar la carne, su rostro, una mezcla de desconfianza, pero también de apetito al considerar en su sabor. No había que ser muy inteligente, que, en aquellos días, producto a la muerte que asolaba la isla, pocos eran los que se atrevían a marchar a los bosques a cazar, por lo que la carne se había vuelto escaza y los vegetales comenzaban a escasa por la falta de comerciantes dispuestos a viajar hasta ellos.  

 

Por lo que tenían ante ellos, era sin duda, más un peligro que una salvación. Puede que haya sido la mirada del trampero o la desdicha de la madre, pero poco le importo a Ragnar cuando le preguntaron respecto al origen de la carne. Para el, lo que hacía era cuidar de lo que le pertenecía, aun si no llegaban a aceptarlo o apreciarlo.  

— El chico está demasiado delgado. — Su voz era áspera, sin rastro de ironía o regocijo. — Y la chica, no ha comido en tres días, o incluso en más.  

 — ¿Es tu forma de pedir perdón? ¿O solo una manera de evitar que intentemos algo en tu contra? 


La voz de Sigrid, aunque débil, se mantenía con autoridad. Pero no recibió respuesta del hombre, quien la ignoro como si se tratara de una voz pasajera. Limitándose a apartar la mirada, para proceder a quitarse la capa en busca de extenderla en un lugar cerca de la puerta, para evitar seguir mojando el hogar. Aun ante ese actuar, tanto el trampero como la madre, lo siguieron con la mirada, aun indecisos de aceptar el regalo o considerarlo una trampa. Por lo que, ante la duda, el único en romper el silencio, fue la voz de Salomón.  

— La caza fue buena, entonces. — Hablo con un tono distanciado, ignorando las miradas de los presentes. Quienes intentaban comprender su lengua, pero incapaces, solo pudieron seguirlo con la mirada. 


Ragnar no respondió. En lugar de eso, se quitó la capa, dejando un camino de gotas hasta un lugar distante para extenderla. La carne quedo en medio de la mesa, aun con su olor impregnando la habitación. El trampero se acercó a ella, pero al intentar tomar un trozo, la debilitada Sigrid lo detuvo, con un leve sonido antes de mover la cabeza en señal de negativa. 


— Antes de comer, toma un poco y ve a repetirlo con los vecinos. — Su voz seguía siendo débil, pero Klaus dudo ante su orden. — Hemos estado dependiendo de ellos durante las últimas semanas, no son los únicos que pasan por hambre, no podemos ignorar su necesidad. 

— No estoy de acuerdo con ayudarles, nunca hemos recibido nada que no fuera por desdén.  

— ¿Y arriesgarnos a que pasen de su desinterés a odio por tener un poco más?  


El trampero acepto a regañadientes el llevar la carne; la isla de Ulfrsholm a diferencia de sus hermanas del archipiélago, era conocida por ser una tierra predominante de minas y bosques, pero pocas áreas de cultivo o ganado, dependiendo más del comercio para alimentar a sus artesanos que por ellos mismos.  A medida que guardaba los trozos que le daría a los vecinos, no dudaba en ver de reojo a los presentes, la idea de dejarla sola; era algo que le incomodaba. 


— Puedes ir, no me harán nada. — Respondió ella, casi dándole respuesta al pensamiento que él era incapaz de decir. — De quererlo, ya lo habrían hecho, ¿Cierto?  

 

La pregunta fue dirigida a Ragnar, quien ausente en todo sentido. Dedico su tiempo en sacar una daga de su cinto y comenzar a afilarla. Ante lo cual, Salomón reacciono por voluntad, tomando un trozo de carne y dirigiéndose a la pequeña cocina, saco algunos ingredientes que dejo a un lado. Sigrid intento detenerlo, pero al hablar dos lenguas diferentes, la comunicación no fue viable, haciendo que la mujer observara a Ragnar quien solo hablo sin mirarlos.  


— Él, hará algo de comer y tú, deberás de descansar. — Ante las palabras de él, soltó un leve resoplido. — Y ustedes deberían marcharse. — Pronuncio Sigrid en voz baja, mientras volvía a la cama. 


La noche transcurrió en un silencio continuo; ocasionalmente interrumpido por los movimientos de Salomón en la cocina, el choque de ollas, platos, el sonido del cuchillo al tocar la tabla llegaban a danzar con el aroma del salteado que preparaba, un olor que, ante la ausencia de voces, generaba la expectativa suficiente para querer probarlo.  Aunque nadie reacciono, hasta oír como el errante colocaba los platos aun humeantes sobre la mesa.  


Ragnar tomo asiento, luego Salomón, pero ambos esperaron hasta que Sigrid lo hiciera, quien con paso lento se acercó hasta la cabecera de la mesa. Observo la carne con sus verduras al rededor, dando una apariencia de comida de reyes. Se puso la mano sobre su estómago ante el gruñido, que le exigía llenar, pero no se atrevió a dar un bocado, aunque sentía saliva en su boca, espero hasta que Ragnar diera comiera primero, quien mantuvo la mirada fija en ella.  O eso creyó, cuando miro por sobre su hombro. De la única habitación de la cabaña, con la puerta entreabierta, se asomaban dos cabelleras rubias y ojos brillantes. 


 — ¿Mamá? — Pregunto Svein, mirando a Sigrid, luego a los dos extraños, en lo que se colocaba frente a su hermana.  

— Tomad asiendo.  


Al dar la orden ante sus hijos, quienes, con pasos lentos, cautos de temer cualquier repercusión por su hambre, pero al tomar siento, su temor no disminuyo, tan solo fue en aumento al sentir como las miradas se fijaban en ellos. Sigrid deslizo su mano hasta el cuchillo para carne, en cuanto noto como Ragnar tomaba uno de los platos para acercarlo a los chicos. Ellos dudaron en que hacer, solo lo habían visto pocas veces durante esos días. Sabiendo que era el primero en irse y el último en llegar a casa por lo que miraron a Salomón en su lugar, aunque el errante, aun no aprendida la lengua de Aett, tomo su plato con una mano, y con la otra tomo un trozo de carne aun humeante para darle un fuerte mordisco, arrancándolo con sus dientes amarillentos claros antes de comenzar a masticar. — Rouka — pronuncio en un tono acentuado, que significaba comida.  


Los dos chiquillos al verlo soltaron una risa al verlo, antes de imitar el mismo movimiento de forma barbárica. Sigrid les llamó la atención con un gruñido desaprobatorio, haciendo que los niños dejaran de reír antes de tomar los cubiertos avergonzados ante la falta de modales; pero fue Ragnar quien imito el movimiento de Salomón, actuando con la misma mirada distante que le caracterizaba, pero no pudo evitar una leve sonrisa cuando Freydis lo desaprobó con la mirada, imitando el movimiento en un intento de enseñarle como se hacía para corregirle. 


Pronto comenzaron a reírse ante la enigmática situación, haciendo que aquel sentimiento de inconformidad fuera cambiando a uno de júbilo. Pese a que Salomón seguía sin comprender la totalidad del vocabulario, atribuyo la forma en que Sigrid le hablaba a los chicos, era una reprimiendo ante su actuar, pero los niños, aunque mostraban cierto arrepentimiento, no dejaban de reírse.  Después de un momento, la mujer se rindió y acepto seguirles el juego. 

Era una sensación extraña, la de un hogar lleno de alegría. Hicieron que, por un instante, la figura precavida de la madre se suavizara y la actitud taimada del guerrero, diera paso a leves gestos de diversión, desde breves sonrisas hasta movimientos menos bruscos. Todo sucedía ante la mirada de Salomón, que, al verlos, recordó brevemente su vida en el desierto, junto con el viejo Ashax y Desdémona. Sobre los días en el bar, las comidas en la noche y las historias compartidas en el cierre.  


Sintió nostalgia ante ello, ante aquellos días que no volverían. No dejo que el recuerdo se mantuviera, no estaba dispuesto a dejar esa parte de sí mismo expuesto; por lo que opto por concentrarse algo que le llamo la atención, en la forma en que el joven Svein, cortaba la carne, portando el cuchillo de la misma forma que lo hacía Ragnar, e incluso al comer, ambos realizaban los mismos gestos al tragar o saborear. Pensó que ambos serian un espejo del mismo hombre, uno siendo pequeño y otro siendo adulto. La duda del parentesco quedo en pausa, en cuanto la puerta se abrió en par.  Klaus primero los miro con extrañase, luego con malestar al encontrarse una imagen tan familiar, antes resoplar.  

— Hubo un nuevo asesinato. Se encontraron a un pescador, al viejo Milos.  


Ragnar miro al hombre arriba hacia abajo. Desde el descuido de su barba hasta su expresión carente de emoción. Dudaba de su palabra, pero Sigrid no, quien, dando un pequeño aplauso, solicito a los niños que volvieran al cuarto. Aunque ellos reprocharon, ella se mantuvo firme en su postura. La alegría hogareña que se habría deseado mantener un momento más, terminara en una nota amarga. Dejando a los adultos, mirándose entre sí.  


— ¿Dónde fue encontrado? — Pregunto Ragnar, una vez que estuvo seguro de que estaban solo ellos. 

— Cerca del acantilado, en la playa que le precede. Dicen que se subió a un bote para buscar lugares donde pescar, a causa de la falta de alimento. 

— ¿Hace cuanto fue? 

— ¿Importa? Pediste que en cuanto apareciera un nuevo cuerpo, te lo digiera, ahora lo hice, por lo que puedes largarte de esta casa a seguir su pista. 

— ¡Klaus! — Intervino Sigrid levantando la voz, antes de llevarse la mano al cuello por el dolor.  

— Ya han estado suficiente aquí, es hora de que se vayan. — Señalo el trampero en dirección a Ragnar, con un trozo de carne en la mano. 

— Es mi hogar. Yo soy quien decide eso. — Ella mantuvo su posición, haciendo que el trampero chasqueara la lengua al oírla. 

— ¿Vas a ponerte de su lado? ¿Luego de una comida caliente? ¿Has olvidado lo que te hizo? 

Sigrid apretó el cuchillo ante sus palabras, pero mantuvo la mirada fija sobre el hombre. 

— No, no lo he olvidado. Pero no dejare que tomes decisiones por mí, en mi propia casa. — Cerro los ojos y volvió a sentir el filo de la daga en su cuello, al recorrer el vendaje con sus dedos. Sabía que Ragnar la observaba, quien hasta ahora había sido una sombra con ojos de lobo, quien, pese a su reticencia, era un extraño en su mesa, quien cortaba carne para sus hijos — Pero eso no significa que puedas quedarte aquí. — Al ver a Ragnar, el asintió.  

— Aun no pienso irme. — Hablo en la lengua del continente, haciendo que Salomón, quien no sabía lo que decían, comprendiera en parte la escena ante él. — Vine buscando a mi madre y no me iré sin ella.  

Klaus y Sigrid intercambiaron miradas ante las palabras del hombre.  

— ¿Solo por eso viniste? — Sigrid suspiro antes de tomar un trago de la jarra. — No supimos nada de ti por siete años, un día solo te marchaste, ¿Y ahora vuelves sin más?  

Ragnar se ha como en su asiento, entrecerrando los ojos al ver a Sigrid. Haciendo que fuera difícil leer lo que sentía, pero ante cualquier reacción agresiva que lo caracterizaba, pudo suponerse que era curiosidad o interés ante lo que sucedía. 

— ¿Por qué otro motivo habría de volver aquí? Me marcaron como un mestizo desde mi nacimiento, anunciando con cada etapa que tenía, que debería de morir para no deshonrar mi sangre.  

— Nosotros estuvimos ahí, ¿Lo olvidas?  

— Solo estaban, pero no me apoyaron en mis conflictos, ni con las amenazas, solo estaban cuando no había nadie al rededor. 


Sigrid fue quien desvió la mirada. Era cierto, tanto ella como el trampero, temían la marca de la muerte. Que fueran exiliados igual que el guerrero, pero aun ante su temor. Hacían lo posible por estar ahí. Desde los días que salían a cazar juntos al bosque, hasta las noches donde se reunían alrededor de una hoguera, para intercambiar historias sobre quienes serian en el futuro. Pensaba en todo ello a medida que lo veía.  


— Estuvimos ahí, ¿Puedes decir lo mismo con nosotros? ¿Cuándo el imperio envió a sus buscadores de eslavos? — Las palabras de Klaus hicieron que Ragnar arqueara la ceja, pero no lo interrumpió. — Perdí mi mano salvándola a ella, ¿Qué perdiste tú en siete años, para venir aquí con tu indiferencia? A tratarnos a tu antojo sin importar quienes somos.  

Ragnar no reacciono en cambio, mantuvo la mirada fija en el hombre, quien no retrocedió. 


— ¿Por qué estás aquí?  

—He venido por mi madre, no pienso marcharme sin ella. — “Otra vez” llego a pensar para sí mismo, en lo que veía los rostros de los presentes.  

— Eso ya lo sabemos. Por algo me has obligado a acompañarte a recorrer las costas desde que llegaste, pero eso no evita mi pregunta, ¿Por qué estás aquí, en la cabaña? 


Ragnar alzo levemente la ceja, en lo que hurgaba en los restos de su plato, algún ultimo bocado. Aunque los demás esperaron respuesta, no la obtuvieron, y dudaron en si quiera alcanzar a tenerla. Haciendo que se conformaran con lo que tenía. La convivencia en la cabaña, no llego a variar mucho en los días posteriores. Siguiendo la pista del pescador muerto; El guerrero y el trampero, recorrían las costas de extremo a extremo, a veces creyendo que encontraron la pista o rastro de algo, pero solo los llevaba a un nuevo error, haciendo que el humor de ambos no mejorara, llegando incluso a discutir en contadas ocasiones al respecto. 


Entre tanto, Salomón se había adaptado a la dinámica de la rutina. Ayudando con los quehaceres del hogar, cocinando e incluso aprendiendo por los niños el lenguaje de las islas, llevándolo a pronunciar una palabra pasajera, que hacía reír a los niños ante sus intentos. Siendo la madre, la única que mantenía cierta distancia ante el hombre, aunque aceptaba que la herida en su cuello había sido debido al conflicto, no evitaba el rencor que despertaba cada que estaban cerca, manteniendo las distancias entre ambos. Esa actitud, hizo que el joven Svein un día se acercara a Salomón, exigiéndole en gestos que le enseñara a usar la espada, pese al reproche de la madre, termino cediendo ante las palabras de su hijo, quien, por primera vez, empleando una ferocidad que no conocía, le hablo. “Debo de aprender a protegerte a ti y a mi hermana” 


Desde la llegada de Ragnar y Salomón a las islas, había pasado una semana exacta. En la cual se descubrieron dos cuerpos, siendo uno de ellos, el de una mujer mayor que ante la forma descrita, ocasionaron que el guerrero se marchara de la cabaña hasta bajar por la colina en dirección a la plaza, intentando alcanzar a verla. De tras de él, le siguió Sigrid, debido a que Klaus se había marchado a poner trampas para pájaros en el bosque y Salomón les había acompañado junto a los niños para enseñarles a valerse por sí mismos. Haciendo que ambos tuvieran por primera vez, un espacio para ellos. 


— ¿Qué harás si llega a ser ella? 

— No lo se. 

—Si no estás seguro, ¿Por qué vas de todos modos? 

— No lo se. 

— Estas actuando sin pensar, deberías detenerte, ¡Eh! ¡Te estoy hablando! 


Sigrid tomo del brazo a Ragnar, quien se detuvo de forma brusca, ocasionando que la capucha de su capa terminara cayendo, revelando parte de su rostro, haciendo que este lanzara una mirada dispuesta a tomar represaría, pero al verla solo aparto la mirada. No por temor, sino al saber que, en el lugar, algunos aldeanos los observaban desde la distancia. Algunos desde las tiendas, otros que simplemente pasaban por el lado y algunos sentados compartiendo bebidas, pero mantenían algo en común, miradas atentas, expectantes de lo que sucedía. En especial, cuando evidenciaban que Ragnar no era plenamente un isleño, haciendo que algunos, comenzaran a seguirlos. Sigrid se mantuvo firme en su actuar, siguiéndole el paso hasta que llegaron a la plaza. 


— Harás que te maten si actúas así.  


Ante la entrada del salón, podían escucharse diversos gritos desde el interior. Era conocido que, al haber un asesinato o un cuerpo, se trajeran los cuerpos a la casa del líder antes de enviarlo con el herbolario o curandero, antes de prepararlo para el ritual que lo llevaría al más allá. Aunque eran pocos a los que solían darse ese honor, siendo en su mayoría enterrados en fosas o simplemente quemados para evitar infecciones posteriores. Ragnar puso la mano sobre la puerta, antes de que Sigrid lo volviera a detener, ahora, con la mirada fija en los ojos de Ragnar. 


— Si no llega a ser ella. El haber caminado por la plaza hará que estés en peligro. 

— Y si llega a serlo, debo de al menos asegurarme que tenga un lugar digno donde descansar. 

— Yo me encargare de eso, si es ella. 

— No, es mi responsabilidad. No la tuya. 

— Ella lo fue, durante los últimos siete años.  


Ragnar aparto la mirada ante las palabras de Sigrid. Era cierto, había dejado todo ese mundo hacia siete años. De los cuales, se la había pasado siguiendo a su hermano a lo largo del continente. Luchando sus batallas, amasando oro de las tragedias de otros y pasando la noche entre historias y mujeres que al día siguiente no estarían más. Una vida de errante en la cual sentía que no tenía propósito, por eso, cuando abrió la puerta, temió por lo que llegaría a encontrar.  Siendo Sigrid, quien dio el primer paso antes de guiarlo dentro.  


El sonido parecía ausentarse por momentos, una vez estando en el exterior. Por pequeños momentos, alcanzaban a escuchar el murmullo de algún pájaro volando entre los árboles que parecían cubrir por completo el cielo. Sin contar la neblina constante que solía acompañarlos sin importar a donde caminaran. Por lo que cada tanto debían de detenerse para volver a orientarse, haciendo que, en estas pausas, ambos niños que los seguían a paso lento comenzasen a hacer tantas preguntas, que Klaus no alcanzaba a responderlas, en general, llegaba a ignorarlas de tener la posibilidad, ante la falta de información para responderlas. Las cuales iban desde: — “¿A dónde va la música, tito Klaus?” o, “¿Por qué las aves vuelan siempre al cielo, no les gusta la tierra tito?”  


Era en esos momentos, cuando el trampero dudaba en que decir. En especial cuando se referían a él como “tito”, un término empleado más por los continentales de baja cuna para referirse a alguien como un familiar, en especial si no compartían un vínculo de sangre. Le desagradaba que le llamaran así, pero tampoco se atrevía a corregirles, temiendo la reprimiendo de Sigrid ante el acto de levantarle la mano o la voz a sus hijos; era por ello, que, aunque no lo quisiera, volteaba a ver a Salomón de reojo, en espera de saber si el haría algo, pero el gigante de piel de Onyx no emitía sonido, solo asentía en silencio antes de continuar caminando o ayudar a los jóvenes a pasar alguna dificultad de la naturaleza que aparecía. 


 

 
 
 

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